Lamentablemente sigue siendo muy frecuente que comunicadores, presentadores o simplemente aves de que aterrizan en un plató de televisión o en un estudio de radio, anuncien productos que cual oráculo de Delfos prometen conseguir todo aquello que la sanidad con sus cualificadísimos investigadores, profesionales clínicos y terapeutas formados en muchos años de práctica asistencial no han podido conseguir. Y así, si se pierde memoria se toma uno una ampolla de no sé qué brebaje y ¡zas! ya se tiene memoria, que se padece una obesidad refractaria a cualquier tipo de tratamiento que conlleve voluntad y disciplina... ¡ná!, se toma una cápsula y puede comer de todo, y así mucho más ejemplos más... La oferta, además, de este tipo de preparados imaginativos (de imaginación...) viene envuelta en un lenguaje amable, eufemísticamente satisfactorio para eludir cualquier demanda que les tilde de fármacos y no de suplementos alimenticios a los que pertenecen, según ellos, o con propiedades desintoxicantes, antioxidantes u otras que no se sostienen con una simple evaluación científica.
Es bastante difícil que la falta de credibilidad de la que en ocasiones se quejan los medios de comunicación se consiga insertando este tipo de publicidad que usa personajes populares para convencer al personal de las bondades de productos... vacíos. La financiación es la financiación... se podría responder desde la orilla del gestor. Sí. No obstante, la imaginación ha de usarse siempre para, al menos, no hacer daño. Facilitar una esperanza que no existe, hace daño a quienes su deseo prima por encima de cualquier otro tipo de información sensata y contrastada, aunque venga de un facultativo.