En fechas pasadas acudí con un grupo de compañeros de varias comunidades de España (éramos dieciocho) a una jornada cuyo objetivo era ampliar conocimientos acerca de los contenidos éticos en la nutrición de estados especiales. Moderaron la jornada dos eminentes endocrinólogas, una de Madrid, Julia Álvarez, y otra de Barcelona, Rosa Burgos. Fueron muchas horas, muchas, con tan solo descanso para reponer calorías y sueño reparador, como debía ser. El resultado fue óptimo por la respuesta no tan variopinta como podía pensarse de los profesionales que asistimos, los que están/ estamos a pie de obra, con el paciente, no politiqueando ni filosofando en púlpitos iluminados por los flashes mediáticos y la inrealidad, que no utopía . Todos los ponentes y los asistentes nos enfrascamos en opiniones sostenidas con estudios y experiencias ajenas y propias que, seguro, se usarán para mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes, la de nosotros mismos también.
Ya desde la distancia de haber trascurrido unos días me pregunto cómo no se efectúan encuentros de este tipo con mayor frecuencia que versen sobre aspectos relacionados fundamentalmente con la trascendencia, se quiera o no se quiera, de nuestros actos. Trabajamos con seres humanos, no con coches ni ladrillos, y afecta mucho la necesidad de estar al día de una forma más estricta en situaciones en las que el protocolo... no vale, por mucho que esté superaprobado por un comité superespacializado.... Me dirán que hay Congresos, Symposiums, Jornadas ... pero no es lo mismo. Y además, creo, que, como decía un maestro mío: todo lo que vale, cuesta.